jueves, 15 de septiembre de 2011

¿Mezcal?

entonces estaba de vuelta en San Francisco, exactamente tres semanas después de haber llegado por primera vez, sólo unas horas más tarde, cuando el sol ya brillaba y la niebla se había ido vaya uno a saber dónde. no tenía muchas ganas de volver a San Francisco, o sí, es una especie de relación desagradable e irresponsable, aunque en realidad no tuviera ni la menor idea de lo que quería escribir y si en todo caso quería escribir sobre algo, porque si de escribir se trata, en todo caso tenía más que ver con la idea de que no tenía ganas de caminar, ni de beber, ni ninguna de esas cosas -estuve considerando seriamente dejar la bebida, pero me di cuenta de lo siguiente: no bebo, no duermo: el otro día me fui a a dormir sobrio y estaba despierto todo el tiempo, o soñaba que estaba despierto, entonces me preguntaba, ¿estás despierto o dormido? y me decía: abrí un ojo, y lo abría, y entonces pensaba que sí, que estaba despierto pero eventualmente me quedaba dormido al tiempo que creía estar despierto, y así toda la noche, y cuando amanecía sentía que no había dormido nada, estaba más cansado que cuando me había ido a intentar dormir y mi cabeza estaba relajada pero podía sentir la tensión entre el costado izquierdo y el costado derecho de mi cerebro-.
pero estaba en San Francisco, otra vez, y otra vez era lo mismo, pero distinto, como que no me importaba porque ya la conocía -bueno, conocía es un poco mucho, ya nos habíamos visto, en todo caso-, y me bajé del Greyhound y la vi, no nos saludamos, fue en todo caso una de esas miradas del estilo de: ah, si, vos otra vez; una cosa así, y recordé que me había comprado Satori en París en la City Lights Bookstore para pasar mi última noche en el crappy hotel  antes de irme a Palo Alto a visitar a Boyd, porque esa noche no podía beber porque debía despertarme temprano y fue ahi que desucbrí lo difícil que era dormir sobrio, pero estaba hablando de Kerouac, que se la pasa bebiendo en su estadía francesa y la historia me daba una sed terrible, pero no hice más que leer la nouvelle y pensaba que hay gente que dice que leer a Kerouac es dificil, cuando yo terminé el libro en inglés en unas horas y me resultó mas fácil que leer a Lowry en castellano.
caminé hasta Market -todavía no sabía muy bien donde iba a quedarme pero en cualquier caso tenía que caminar en esa dirección-, llena de plátanos jóvenes cuyas hojas empiezan a amarronarse y anticipan la llegada del otoño, mientras intentaba recordar cuándo fue la primera vez que tomé mezcal: acaso fue en San Cristóbal, con Luz, en la mezcalería, o acaso fue en Tigre, cuando era un niño y siempre miraba con recelo esa botella de etiqueta amarilla en cuyo fondo habitaba el gusano -que yo pensaba que estaba vivo y más que un gusano era una especie de vívora anfibia y borracha-; el mezcal no fue un amor a primera vista, yo diría que el amor llegó en el DF (anoche, cuando me senté en el Greyhound, del lado izquierdo y más cerca del baño que del conductor, me vino la imagen del bus que tomé de Oaxaca al DF, porque la ubicación era muy parecida, y me di cuenta de los pocos buses que había tomado desde entonces y me sorprendí recordando lo siguiene: la excitación que sentía al entrar en el DF, esa madrugada, la cantidad de autos, las luces, un subte que caminaba por la superficie, la altura de las autopistas, cosas por el estilo; y también recordé la poca excitación que me generaba llegar a San Francisco: es parecido a lo que siento con el mezcal y con el bourbon: el bourbon ya lo conozco, hace años, y lo conoce todo el mundo y ya no me causa esa sorpresa que si me causa el mezcal, elixir desconocido e infinito). si, yo diría que el amor llegó en el DF, aunque tampoco quizá sea o haya sido amor, quizá sea solo como el buen sexo; quizá sea solo eso. comosea, anoche podría haber tomado mi vuelo de vuelta de Los Angeles a México, pero en vez me tomé un Greyhound de Santa Bárbara a San Francisco -México estaba tan cerca, solo tenía que tomar el Greyhound en dirección contraria, unas dos horas tal vez, tomar el subte a LAX, y en la mañana temprano hubiera estado en el DF...
crucé Mission y caminé por Market hasta Bush, pensando que iba a ir al hostel de Taylor y Bush, pero cuando llegué a Kearny me arrepenti y doblé a la derecha en dirección a North Beach, el viejo barrio de los beats, los chinos y las bailarinas a go-go. no había mezcal por ningún lado, obviamente, no había más que lo que recordaba que había, y pensé que en ese preciso instante podría haber estado caminando por Insurgentes, doblando a la derecha en la calle Colima, o incluso antes, en Durango, caminar dos cuadras y llegar a la Cibeles, donde atraviesa Oaxaca, y la calle del Oro y Medellín y todo, todo, todo eso... pero estaba en la desalmada calle Kearny... entonces recordé que en mis días en Santa Bárbara había logrado descular porqué los mexicanos se vienen a los States -el martes estábamos con Tomás bebiendo unas margaritas en un bar mexicano en Santa Bárbara, y había dos mexicanos, primos, que hablaban en inglés entre ellos-: por el dinero, y en seguida entendí que yo estaba haciendo lo mismo que hacen los mexicanos, venir a los States por el dinero, y eso me dio más tristeza aun, si acaso eso hubiese sido posible en ese instante.
eso: el mezcal; ese que tanto disfruta Lowry bajo el volcán.

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