vi una foto y casi sin proponérmelo la recordé;
recordé esa mesa que me era tan familiar
y que ahora me resultaba tan pero tan ajena -lejana-
que me costó creer que en algún momento
yo comía y bebía de ella;
me resultó insoportable el recuerdo
algo absurdo y por demás descarado
mientras miraba esa película que
al mismo tiempo, pero distinto
me recordaba aquella otra mesa
que, no por eso, menos insoportable;
en el recuerdo la mesa era de madera
tallada
como en la vida la madera es árbol
llena de hojas;
inmóvil, como cualquier otra mesa:
la vida sin vida de la madera;
algo alborotado, el recuerdo
se borró en el instante preciso en que mi cabeza
pecaba de nostalgia precaria
y entonces
apenas pude percibir la malicia
que penetra
pereza
y perdura;
el fin de la amargura
como alguna vez escuché en una calle
algo obscura -por cierto-
pero no por eso menos acertada.
Vamos, Erne, seguile dando al teclado con la desesperación de quien se ahoga. De más está decir que escritor se hace escribiendo. Y no le prestes atención a la gente, pero tampoco te prestes atención sólo a vos mismo. Te dejo un abrazo grande. Te quiero y extraño como siempre, Guido.
ResponderEliminarErnesto, qué bien, cada día escribís mejor =)
ResponderEliminarBesos
hola Viví, ¿nos conocemos?
ResponderEliminarbesos y gracias.